- ¡Humilde pescador, que utilizas tres anzuelos y ninguna carnada! ¿Por qué sigues intentandolo?
- Porque todos los días sale el sol.
- No te comprendo.
- Todas las noches, salvo raras excepciones, me visita la luna.
El merodeador, perplejo, siguió su curso.
El hombre de mar sintió el tirón en su caña y comenzó la escena.
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