Triste destino el del pescador.
No hay peces en su red,
ni carnada en sus anzuelos.
No barcos mas allá
Ni faro por la noche.
Hay niebla.
Y él
arma sus líneas
con un hilo de savia
languideciente,
mustio,
noche tras noche,
porque su mujer le trae
cada mañana
los últimos tallos
del jardín que se marchita.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario